Publicado: 15 de Septiembre de 2025 a las 16:43
Escuelas de Campo fortalecen la conservación de la Serranía de Minas

En la vereda Quebraditas, municipio de Tarqui, Yina Constanza Chávarro vive junto a su esposo, sus tres hijas y su suegra. Allí instalaron una huerta casera en la que cultivan cilantro, habichuelas, arvejas y lechugas sin químicos.
“Gracias a las Escuelas de Campo para Agricultores de la CAM, aprendimos a preparar supermagro que es un abono orgánico. Antes no conocía nada de biofertilizantes, pero hoy sé que lo que comemos es 100% orgánico, lo que mejora nuestra salud y la de la comunidad”, cuenta Yina, orgullosa de que su familia ahora coma lo que ellos mismos producen.
Más arriba, en la finca Los Bordos, también en Quebraditas, Olga Lucía Quintero aplica lo aprendido en toda la parcela. “Aquí no usamos químicos. Preparamos bokashi (otro abono orgánico), microorganismos líquidos para fumigar y aplicamos además el supermagro al cultivo de la pitahaya y la uva. Con eso cuidamos el suelo y protegemos las abejas, que son esenciales para la vida”, dice mientras muestra los cultivos de hortalizas con las que alimenta a su familia de once integrantes.
Esta historia se repite una y otra vez en las laderas del Distrito Regional de Manejo Integrado Serranía de Minas, un área protegida del Huila que se extiende por cinco municipios como lo son La Argentina, La Plata, El Pital, Tarqui y Oporapa. Allí, varios grupos de mujeres campesinas decidieron firmar un acuerdo de conservación con la Corporación Autónoma Regional del Alto Magdalena - CAM, comprometiéndose a proteger este ecosistema único mientras aprendían a cultivar de manera sostenible.
Ese compromiso tomó forma con las Escuelas de Campo para Agricultores ECA, espacios de capacitación que unen el conocimiento técnico con la sabiduría del campo. En ellas, las mujeres descubrieron que era posible producir alimentos sin recurrir a químicos, aprendiendo a preparar y aplicar biofertilizantes como el supermagro, un insumo líquido elaborado a partir de estiércol, melaza, leche, cenizas y levaduras, que devuelve la fertilidad al suelo y protege la salud de sus familias.
Escuelas para volver a la tierra
Para Edward Fernando Rojas, profesional productivo de la CAM, la importancia de las Escuelas de Campo se da porque a través de ellas se le da la vida a los suelos.
“Muchos campesinos desconocían el impacto que tenía la agricultura convencional sobre los recursos naturales”, relata Edward Rojas, quien agrega que en las ECA aprenden sobre cómo funciona el suelo, el agua, las plantas, a producir de manera más sostenible, al manejo integrado de plagas y la preparación de insumos orgánicos.
Aunque no todo es color de rosa, ya que para Rojas el reto es la transición, pues los suelos llevan años acostumbrados a abonos y plaguicidas químicos, lo que genera un desgaste en los terrenos que a veces las comunidades no entienden.
“Si uno va a empezar, de un momento para otro, a aplicar productos orgánicos, las plantas no van a recibirlos rápidamente porque son suelos que no tienen microorganismos, no están en buenas condiciones y las plantas no van a poder absorber esos nutrientes que les estamos aportando y son situaciones que a veces la gente no entiende porque les gusta tener resultados rápidos” asegura el experto productivo de la CAM.
Pero la buena noticia es que poco a poco la producción sostenible demuestra sus beneficios económicos y ambientales.
“Con las Escuelas de Campo les damos un mensaje a las comunidades, que pese a que es un proceso lento y de mucha paciencia; poco a poco se van dando los beneficios” explica Rojas quien señala que cada semilla que germina en las veredas Quebraditas, Las Delicias, Alto Líbano o La Florida, en los municipios de Tarqui y El Pital, es un pacto con la naturaleza, en especial con la Serranía de Minas.
Acuerdos de conservación
Para Claudia Janeth Mosquera, profesional del DRMI Serranía de Minas, en las áreas protegidas del Huila se vienen implementando proyectos productivos como estrategia para promover la conservación.
“Las familias firman acuerdos de conservación donde se comprometen a cuidar el territorio ya sean rondas hídricas y los nacimientos de agua que tienen sus predios. Nuestro papel desde la CAM es acompañar con asesoría, capacitación y seguimiento, garantizando que los proyectos se traduzcan en corredores de conectividad de la biodiversidad”, explicó Mosquera.
Para la profesional, este modelo ha demostrado que los procesos comunitarios funcionan mejor cuando las familias están organizadas y comprometidas. A través de las juntas de acción comunal, se priorizan los beneficiarios y se garantiza que cada proyecto llegue a quienes quieren conservar.