Publicado: 21 de Octubre de 2025 a las 15:29

Familias de Colombia-Huila cultivan mientras protegen el Páramo de Las Oseras

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“Antes pensábamos que conservar era dejar quieta la tierra”, cuenta Fernando Cruz Hernández, campesino de la vereda El Diamante, en el municipio de Colombia, Huila. “Hoy sabemos que también se conserva cuando se cultiva bien, cuando se devuelve a la tierra lo que le quitamos”.
 
Desde su finca El Cedro, Fernando cuida más de 1.000 plantas de cardamomo, resultado de un proceso de transformación que comenzó con las capacitaciones en las Escuelas de Campo, ECAS promovidas por la Corporación Autónoma Regional del Alto Magdalena -CAM.
 
“He dedicado toda mi vida a la agricultura. Cultivé café por décadas, hasta que las variaciones en los precios y el deterioro de los suelos me llevaron a buscar alternativas, como el cardamomo, un cultivo que, con el acompañamiento de la CAM por medio de las ECAS, aprendí a producir de manera más orgánica y sostenible”, asegura el beneficiario.
 
En las ECAS, los productores aprendieron a elaborar supermagro, un biofertilizante orgánico que ha recuperado los suelos deteriorados por el uso intensivo de químicos. “Con este abono hemos visto cómo la tierra vuelve a dar vida. Hemos recuperado hasta un 60% de zonas que antes estaban estériles”, explica Fernando, quien asegura que ahora en la región se combina tradición y sostenibilidad para mantener las fincas productivas, saludables y responsables con los recursos naturales.
 
Acuerdos de conservación
El esfuerzo de Fernando es también el de 83 familias campesinas que habitan en el Parque Natural Regional Páramo Las Oseras y su zona de amortiguación. Ellas participan en los acuerdos de conservación impulsados por la CAM, una estrategia que combina la producción sostenible con la protección de los recursos naturales.
 
Según Santiago Amaya, profesional del área protegida, “por su riqueza hídrica y su gran extensión en conservación, hemos trabajado conjuntamente con comunidades de más de 18 veredas, implementando escuelas de campo y 19 estrategias de educación ambiental. Hasta ahora se han establecido 83 sistemas productivos entre huertas, galpones, cultivos de fríjol, maíz y cítricos, además de la elaboración del supermagro, que ayudan a conservar los recursos naturales y mitigar la contaminación de fuentes hídricas y del ecosistema”.
 
Compromiso de las comunidades
Por su parte, Diego Alfonso Polanía Suárez, profesional productivo de la CAM, destaca el compromiso de los agricultores en la elaboración y aplicación de biofertilizantes orgánicos.
 
“En las Escuelas de Campo hemos enseñado a preparar el supermagro con los insumos entregados a los productores. Este abono ha tenido excelentes resultados: mejora la productividad, evita la contaminación del suelo y, sobre todo, fortalece la cultura ambiental. Los campesinos están muy contentos, porque sienten que su trabajo también protege el agua y el páramo”, afirma.
 
El cambio
Es así como este super biofertilizante como le llaman al supermagro llegó a cambiar las vidas de la comunidad a través de las escuelas de campo en las veredas La Legiosa y Boquerón, en donde se han aplicado de acuerdo con las necesidades del cultivo en sus diferentes etapas, como el enraizamiento, el crecimiento, la floración o la maduración.
 
El cambio, dice Fernando, no solo se nota en las plantas sino también en la forma de pensar de los campesinos.
 
“Antes nadie nos hablaba de cuidar el suelo. Hoy sabemos que, si no lo hacemos, no tendremos más tierras buenas para cultivar. Por eso mi recomendación a los campesinos es que saquemos tiempo para aprender. En el campo trabajamos mucho, pero si no dedicamos un momento a adquirir conocimiento, no avanzamos. El conocimiento nos enseña a cuidar, a recuperar y a hacer que las cosas funcionen mejor” finaliza diciendo Fernando Cruz.